27. El día que murió el Telebeam

Empezó un domingo de otoño. No fue un domingo de sol pero tampoco fue un día frío o de mucho calor. Ni siquiera fue uno de esos días húmedos de los que abundan por acá. No. Fue un domingo cualunque. Un poco gris tal vez. Uno de esos días donde ni a los más aburridos se les ocurre hablar del clima.
La fecha arranco a las once de la mañana en la cancha de Banfield. Caprichos de alguien o estudios concienzudos de los genios encargados de determinar la conveniencia de los horarios de los partidos de fútbol dictaminaron que Banfield – Colón se juegue en ese insólito horario.
“Al que madruga, Dios lo ayuda”, dicen por ahí. Y así fue. No recuerdo quién era el réferi pero si sé que tuvo bastante trabajo: tres off side polémicos, una falta fuera del área que la gente de Colón juraba que era adentro y penal. Y, para coronar la faena, le anuló un gol a Banfield a pocos minutos del final del partido. Según el lineman la pelota no ingresó en “su totalidad” (así dicen los cronistas cuando hablan de estas situaciones). Según el nueve de Banfield y toda la hinchada del Taladro fue un golazo. Convencidísimos de que el arquero de Colón la sacó de adentro. Terminó el partido y la gente de Banfield se los quería comer crudos al lineman, al réferi y a todo hombre de negro que veían por ahí. Los de Colon también los despidieron con chiflidos e insultos, indignados por aquel supuesto penal.
A la noche llegó la hora del Telebeam. ¿El veredicto? Aciertos de la “terna arbitral”. Parece mentira pero los tipos la pegaron en los off side que cobraron y en los que no también. La tecnología demostró que la falta del supuesto penal había sido afuera del área (¡por cinco centímetros!). Y por último, la pelota no había ingresado en la jugada del “gol no cobrado”. De todos los medios tuvieron que borrar el titular anticipado: “Polémico arbitraje en Banfield – Colón”. La noticia pasó a ser: “Pirulo (no recuerdo quién era, lo dije) acertó en todo lo que cobró”. Claro que nadie le dio tanta importancia a la noticia, si bien era insólito, inusual que un réferi y los líneas no se equivoquen en ninguna de las situaciones de un partido, la prensa no hablo mucho más del tema. Para ellos, tal vez, noticia es otra cosa.
En la fecha siguiente sucedió algo muy similar, en seis partidos de los diez que se disputaron, los réferis y su gente acertaron en lo que todo lo cobraron y en lo que no. Ese domingo a la noche el Telebeam determinó que el acierto fue de un ciento por ciento. A la fecha siguiente la ausencia de errores ocurrió en los diez partidos. ¡Cartón lleno! Ahí si fue noticia para la prensa. Durante unas cuantas fechas parecía que ver los goles era lo que menos importaba, la gente se pegaba a los televisores para ver si el Telebeam confirmaba lo que todos sospechábamos, los hombres de negro dejaron de equivocarse. Nadie sabe qué bicho les picó, qué milagro sucedió pero los tipos resultaron infalibles. Todos, incluso esos muchos que creíamos que ya no tenían remedio.
Las jugadas ya no fueron polémicas y los árbitros eran aplaudidos cuando ingresaban a las canchas y mucho más cuando finalizaban los partidos. “El Show de los Goles” dejó de tener tanto rating porque ahora competía con “El Show del Telebeam”. Hubo un tiempo en que algún cronista (de esos que abundan) repetía: “No creo que en este partido Menganito acierte en todo lo que cobre, lo conocemos muy bien a Menganito…”. Pasó el partido y Menganito no se equivocó.
Los partidos se hicieron menos discutidos, los jugadores dejaron de pedir tarjetas amarillas o rojas para sus adversarios porque los réferis aplicaban el reglamento. No importaban las camisetas, ni quien hacía la falta, si era en el área o en mitad de cancha. Cobraban lo que tenían que cobrar: foul, foul; penal, penal.
Todos los réferis salían por sorteo y ahora nadie se quejaba. Cuando leías el diario para enterarte de la formación de tu equipo rara vez mirabas quién era el réferi designado porque llegó un momento en que era lo mismo el tipo que te toque en suerte. Ya nadie discutía un off side, ni adentro ni afuera de la cancha: era off side y listo. En todo caso le reclamabas al dormido de tu delantero o aplaudías a tu defensor atento pero nada más. La gente dejó de arrojar encendedores y los líneas dejaron de estar con un ojo mirando el partido y con el otro detectando como un radar cualquier posible proyectil.
En agosto, cuando arrancó el otro campeonato, la gente de a poco dejó de ver “el Show del Telebeam”. ¿Para qué? Ya todos sabíamos que lo que habían cobrado estaba bien cobrado. Nadie tenía dudas. Nadie desconfiaba. Nadie discutía.
Un domingo a la noche, antes de fin de año dejaron de dar el Telebeam. Simplemente murió y nadie lo extrañó.
Hacía rato que hablábamos de fútbol.

Pablo Pedroso
13 de mayo de 2010
Read More